El maltrato infantil existe en muchos más hogares de los que quisiéramos aceptar, y lo que sucede detrás de esas puertas marca a las generaciones con cicatrices a veces también invisibles, que marcan la vida de muchos jóvenes.
En contextos de este tipo, la escuela debe convertirse en un espacio de reparación. Dicha reparación puede ser encarada desde diferentes perspectivas. Por un lado, desde la movilización de un gran número de procesos y mecanismos de defensa: la calidez afectiva, el apuntalamiento de la autoestima, la integración grupal, la idealización y el fortalecimiento de la capacidad de imaginar un futuro mejor. Por el otro, utilizando los propios procesos de enseñanza y aprendizaje. El trabajo intelectual, la capacidad de narrativa, la expresión artística o deportiva, el éxito en el proceso escolar, son también factores que permiten fortalecer las capacidades para superar las secuelas del maltrato. La escuela debe estar preparada para actuar, consciente de sus posibilidades y limitaciones. Sabemos que en determinadas ocasiones, si se actúa sin la formación, el cuidado o la discreción necesaria, es posible intensificar el daño. El trabajo en equipo y la intervención interinstitucional son modalidades muy necesarias para actuar frente a este tipo de situaciones.
Por ello considero que todo docente debería de estar formado sobre este tema. Para los que les interese el tema y quieran formarse, os recomiendo la publicación de “Maltrato infantil: orientaciones para actuar desde la escuela” que la podeis encontrar en pdf. Esta iniciativa se enmarca en una política pública comprometida en garantizar que en la escuela todos los niños sean respetados, puedan expresarse, conozcan y vivan sus derechos. En la escuela, siempre, su voz debe ser tenida en cuenta, su palabra merece ser creída y su sufrimiento debe ser evitado.
No puedo estar más de acuerdo contigo. Te anoto también esta entrada.
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